El teniente coronel alemán Claus Schenk von Stauffenberg estaba convencido de que si no mataba a Adolfo Hitler ese 20 de julio de 1944, Alemania, cercada ya por los ejércitos aliados y soviéticos, acabaría en la ruina. Por eso, decidió colocar una bomba en la sala de reuniones del dictador alemán.
La conferencia sobre el desastroso estado de la guerra estaba programada para las 13 horas de ese día de verano, pero la visita de Benito Mussolini a Hitler obligó a adelantar media hora la reunión.
Cuenta Roger Moorhouse en su obra Matar a Hitler que con el apuro por llegar a tiempo a la cita, Stauffenberg no tuvo tiempo para insertar un detonador en la siguiente pieza del explosivo. Y peor, ni siquiera pudo introducir el explosivo sin detonador en la cartera. Su bomba, por lo tanto, fue solo la mitad de potente de lo que debió ser.
Sin saber que llevaba la bomba en su maletín, el oficial, John von Freyend, ayudó a Stauffenberg quien era lisiado, a colocar su cartera frente al asiento de Hitler, bajo la mesa cubierta de mapas.
Luego, el propio Stauffenberg la empujó con el pie hasta colocarla a un metro y medio de Hitler.
Cuenta en sus memorias, el ministro de Armamento y Munición de Hitler, Albert Speer, que el coronel Heinz Brandt, quien estaba de acuerdo en matar a Hitler pero ignoraba la conspiración de ese día, tropezó con la cartera cuando se inclinó sobre la mesa para consultar un mapa, la recogió y la depositó al lado opuesto de la pesada mesa.
Su acción - dice Speer- protegió eficazmente a la mayoría de las 24 personas presentes y salvó a Hitler de morir.
Con el fracaso de la operación, la guerra se prolongó hasta mayo de 1945. Un documental de televisión calculó que más de 10 millones de soldados y civiles murieron en Europa entre julio del 44 y la rendición final de Alemania en la primavera del 45.
Vidas que, sin duda, se habrían salvado si Stauffenberg hubiera tenido éxito…
Al presidente Luis Miguel Sánchez Cerró lo mató Abelardo Mendoza Leyva un 30 de abril de 1933 muy cerca del Campo de Marte. El mandatario peruano viajaba en un Cadillac descubierto. Compartía el asiento posterior el primer ministro, José Matías Manzanilla.
La autopsia a Sánchez Cerro arrojó que hubo dos clases de disparos: de menor calibre, arriba abajo y de mayor calibre y de necesidad mortal, un disparo de abajo hacia arriba y de adelante hacia atrás. Ese tiro se hizo de muy corta distancia y causó una hemorragia incontenible en el jefe de Estado.
Se sabe que los disparos de arriba abajo los hizo Mendoza Leiva. Pasmados, cientos lo vieron treparse en el estribo del auto presidencial y disparar contra el presidente por encima de Manzanilla.
Cuenta Armando Villanueva en La gran persecución que efectivamente los disparos de Mendoza Leiva fueron de arriba abajo.
"Disparó y le perforó un pulmón. El tiro de abajo arriba es un misterio, porque Mendoza cayó, y luego fue baleado y convertido en pulpa por las lanzas de la escolta presidencial", narra el histórico líder aprista…
En mayo de 1944, el diario inglés Daily Telegraph publicó un crucigrama con la palabra Utah; hecho que pasó inadvertido. Otro, el 22 de mayo tenía el término Omaha. Posteriormente, entre el 27 de mayo y el 1 de junio, aparecieron Mulberry, Neptune y Overlord.
Utah y Omaha eran el nombre en clave de dos de las playas del desembarco de Normandía; operación clave para el fin de la Segunda Guerra Mundial. Overlord era el nombre dado a toda la operación, programada para el 6 de junio.
La agencia de contra-inteligencia británica contactó con el creador de los crucigramas sospechosos, un director de un colegio del condado de Surrey. Tras investigar el caso, se concluyó que todo se debía a una mera coincidencia...
Abraham Lincoln y John F. Kennedy fueron dos presidentes estadounidenses muy populares que fueron asesinados antes de acabar sus periodos presidenciales. Sus muertes tienen muchos rasgos en común.
Ambos fueron victimados un viernes y en presencia de sus esposas.
Los dos recibieron tiros desde atrás y en la cabeza. Sus sucesores se apellidaban Johnson, eran demócratas del sur y estaban en el Senado.
John Wilkes Booth disparó a Lincoln en un palco teatral y luego corrió hacia un almacén. Lee Harvey Oswald mató a Keneddy desde un almacén y luego corrió hacia un teatro.
Los apellidos de Lincoln y de Keneddy tienen siete letras.
El secretario de Lincoln, cuyo apellido era Kennedy, le aconsejó que no fuera al teatro. El secretario de Kennedy, cuyo apellido era Lincoln, le aconsejó que no fuera a Dallas…
domingo, 8 de febrero de 2009
sábado, 7 de febrero de 2009
Descubriendo el Youtube
Detuve una apasionante lectura sobre la segunda guerra mundial, para entrar nuevamente al sorprendente mundo de Youtube y descubrir algunos de los miles de secretos que este portal nos sigue ofreciendo a quienes jamás deja de apasionarnos la Internet.
Había pasado unas horas con unos tíos este fin de semana, quienes me hablaron de la vida en Lima en los 40 y 50. El aroma de esos años me llevó a buscar filmes de esas épocas.
¿Cantinflas? Una excelente elección. ¿Pero habría algunas de sus películas? Sí, y muchas. El gendarme desconocido de 1941 es una de ellas, y nos muestra al joven bufón en su primera interpretación sobre un torpe, aunque noble policía que tras confundir a sus superiores con su enrevesado lenguaje ingresa al cuerpo de la policía para poner orden en su pueblo… claro que a su modo. (http://www.youtube.com/watch?v=Tk7Y-yo3d-k).
En 11 capítulos de 10 minutos cada uno, con una buena imagen y un aceptable audio, gozamos de este simpático filme para deleite de los mayores, y más de los jóvenes, quienes no disfrutaron en el cine ni en la televisión, del humor del genio mexicano.
Aunque la película no está completa, podemos ver también en Youtube escenas de un clásico de Cantinflas de 1956. Se trata de El bolero de Raquel, filme en el que protagoniza un divertido baile en un cabaret, imágenes que con el tiempo se han convertido en clásicas e inolvidables para cualquier amante del cine. (http://www.youtube.com/watch?v=-xzKlrz2pKQ).
Ahhh… un dato más sobre el cine de esas épocas. Escuché comentar a Raúl Tola que la primera película que transmitió América Televisión un 15 de diciembre de 1958 fue Solo los Ángeles tienen alas, con la hermosa Rita Hayworth y el inolvidable Cary Grant, y filmada en 1939 ¡Hace 70 años!
La encontré en Youtube. El filme está completo, y con una excelente imagen. Aunque la podemos ver solo en inglés, no deja de atraer este clásico del cine en blanco y negro, transmitida por primera vez por un canal peruano hace 50 años. (http://www.youtube.com/watch?v=ZXRyZe-vsJ).
Había pasado unas horas con unos tíos este fin de semana, quienes me hablaron de la vida en Lima en los 40 y 50. El aroma de esos años me llevó a buscar filmes de esas épocas.
¿Cantinflas? Una excelente elección. ¿Pero habría algunas de sus películas? Sí, y muchas. El gendarme desconocido de 1941 es una de ellas, y nos muestra al joven bufón en su primera interpretación sobre un torpe, aunque noble policía que tras confundir a sus superiores con su enrevesado lenguaje ingresa al cuerpo de la policía para poner orden en su pueblo… claro que a su modo. (http://www.youtube.com/watch?v=Tk7Y-yo3d-k).
En 11 capítulos de 10 minutos cada uno, con una buena imagen y un aceptable audio, gozamos de este simpático filme para deleite de los mayores, y más de los jóvenes, quienes no disfrutaron en el cine ni en la televisión, del humor del genio mexicano.
Aunque la película no está completa, podemos ver también en Youtube escenas de un clásico de Cantinflas de 1956. Se trata de El bolero de Raquel, filme en el que protagoniza un divertido baile en un cabaret, imágenes que con el tiempo se han convertido en clásicas e inolvidables para cualquier amante del cine. (http://www.youtube.com/watch?v=-xzKlrz2pKQ).
Ahhh… un dato más sobre el cine de esas épocas. Escuché comentar a Raúl Tola que la primera película que transmitió América Televisión un 15 de diciembre de 1958 fue Solo los Ángeles tienen alas, con la hermosa Rita Hayworth y el inolvidable Cary Grant, y filmada en 1939 ¡Hace 70 años!
La encontré en Youtube. El filme está completo, y con una excelente imagen. Aunque la podemos ver solo en inglés, no deja de atraer este clásico del cine en blanco y negro, transmitida por primera vez por un canal peruano hace 50 años. (http://www.youtube.com/watch?v=ZXRyZe-vsJ).
La Revolución del 29 de mayo
De un certero disparo mataron al soldado que custodiaba Palacio de Gobierno. Luego irrumpieron pistola en mano y a empujones sacaron al presidente hasta la Plaza Mayor. Era las 2 de la tarde y la gente descansaba tras el almuerzo sabatino.
Amadeo e Isaías de Piérola decidieron ese 29 de mayo de 1909 que no podían tolerar más a Augusto Bernardino Leguía como presidente. Por eso, armaron su propia revolución para sacarlo del Gobierno. Al jefe de Estado, ahora rehén, se sumó voluntariamente el ministro de Justicia y Culto, Manuel Vicente Villarán. Un fornido moreno acompañaba a los revolucionarios que, escopeta en mano, estaba listo para asestar un disparo a Leguía apenas los Piérola lo ordenaran.
¡Hacia Mercaderes!, gritó Amadeo antes de empujar a Leguía, quien se mantenía sereno. Luego llegaron a Espaderos, La Merced, después a Baquíjano… ¿A dónde llevaban al presidente? Leguía tenía su mansión en la calle Divorciadas. Los Piérola pensaron en trasladarlo hasta allí y obligarlo a firmar su renuncia.
Un silencio sepulcral reinaba en la ciudad. Nadie apoyaba la revolución. La gente se escondía en sus casas. Los Piérola no sabían qué hacer con Leguía. ¿Matarlo? ¿A dónde llevarlo?
Al grupo se sumó un decidido reportero. Era Enrique Moral de la revista Variedades de la calle Mercaderes, quien cámara en mano fotografiaba las dramáticas escenas. Los Piérola,habían decidido dirigirse finalmente a la plazuela de la Inquisición. Allí el valiente reportero instaló su trípode.
Variedades había sido fundada un año antes por el hermano de Enrique, Manuel Moral y Vega, fotógrafo portugués, quien encargó la dirección del medio a Clemente Palma, hijo del célebre tradicionalista peruano, retirado ya en el pueblo de Miraflores.
Dos horas estuvieron los Piérola exigiendo a Leguía que firmara su renuncia al pie del monumento al Libertador Simón Bolívar. El presidente se negaba y parecía no temer miedo al fornido zambo de los Piérola, ávido de desplomarle un balazo en la sien.
El “no firmo” haría más popular a Leguía, quien al caer la tarde veía cómo un subteniente y 19 soldados de caballería irrumpían en la Plazuela disparando a matar. Rescatado Leguía, regresó en olor de multitud a Palacio, pero la revuelta había dejado al menos 15 muertos en las calles de Lima, la fuga de los Piérola y el cadáver de Moral muy cerca del museo de la Inquisición.
El reportero de Variedades había muerto de un disparo en el pecho mientras cubría el rescate del presidente en medio del fuego indiscriminado de los soldados. Sus fotos quedarían para la posteridad al final de tan trágica jornada. Ese 29 de mayo de 1909 el Perú tuvo su primer mártir del fotoperiodismo.
El gobierno de Leguía desencadenó entonces una violenta represión contra sus opositores. Muchos de ellos huyeron, otros fueron apresados y purgaron prisión.
Incluso el “Califa”, Nicolás de Piérola, de quien cuentan los historiadores, no estuvo comprometido en los hechos de violencia cometidos ese día por su hermano y sobrino, pasó a la clandestinidad. Cuentan que estuvo oculto en una casa de la calle de Plateros de San Pedro y que el Gobierno sabía de su paradero, pero por estrategia política (Piérola era muy popular) prefirió no detenerlo y dejarlo escondido.
El respiro para los implicados en la revuelta del 29 de mayo no llegaría hasta setiembre de 1911 cuando el Senado aprobó el tan esperado Proyecto de Amnistía. Entonces la venerable figura de don Nicolás retornó al templo de San Pedro a escuchar la misa de doce, para luego ser llevado por el pueblo en hombros a su casa de la calle El Milagro. Pero esa ya es otra historia…
Amadeo e Isaías de Piérola decidieron ese 29 de mayo de 1909 que no podían tolerar más a Augusto Bernardino Leguía como presidente. Por eso, armaron su propia revolución para sacarlo del Gobierno. Al jefe de Estado, ahora rehén, se sumó voluntariamente el ministro de Justicia y Culto, Manuel Vicente Villarán. Un fornido moreno acompañaba a los revolucionarios que, escopeta en mano, estaba listo para asestar un disparo a Leguía apenas los Piérola lo ordenaran.
¡Hacia Mercaderes!, gritó Amadeo antes de empujar a Leguía, quien se mantenía sereno. Luego llegaron a Espaderos, La Merced, después a Baquíjano… ¿A dónde llevaban al presidente? Leguía tenía su mansión en la calle Divorciadas. Los Piérola pensaron en trasladarlo hasta allí y obligarlo a firmar su renuncia.
Un silencio sepulcral reinaba en la ciudad. Nadie apoyaba la revolución. La gente se escondía en sus casas. Los Piérola no sabían qué hacer con Leguía. ¿Matarlo? ¿A dónde llevarlo?
Al grupo se sumó un decidido reportero. Era Enrique Moral de la revista Variedades de la calle Mercaderes, quien cámara en mano fotografiaba las dramáticas escenas. Los Piérola,habían decidido dirigirse finalmente a la plazuela de la Inquisición. Allí el valiente reportero instaló su trípode.
Variedades había sido fundada un año antes por el hermano de Enrique, Manuel Moral y Vega, fotógrafo portugués, quien encargó la dirección del medio a Clemente Palma, hijo del célebre tradicionalista peruano, retirado ya en el pueblo de Miraflores.
Dos horas estuvieron los Piérola exigiendo a Leguía que firmara su renuncia al pie del monumento al Libertador Simón Bolívar. El presidente se negaba y parecía no temer miedo al fornido zambo de los Piérola, ávido de desplomarle un balazo en la sien.
El “no firmo” haría más popular a Leguía, quien al caer la tarde veía cómo un subteniente y 19 soldados de caballería irrumpían en la Plazuela disparando a matar. Rescatado Leguía, regresó en olor de multitud a Palacio, pero la revuelta había dejado al menos 15 muertos en las calles de Lima, la fuga de los Piérola y el cadáver de Moral muy cerca del museo de la Inquisición.
El reportero de Variedades había muerto de un disparo en el pecho mientras cubría el rescate del presidente en medio del fuego indiscriminado de los soldados. Sus fotos quedarían para la posteridad al final de tan trágica jornada. Ese 29 de mayo de 1909 el Perú tuvo su primer mártir del fotoperiodismo.
El gobierno de Leguía desencadenó entonces una violenta represión contra sus opositores. Muchos de ellos huyeron, otros fueron apresados y purgaron prisión.
Incluso el “Califa”, Nicolás de Piérola, de quien cuentan los historiadores, no estuvo comprometido en los hechos de violencia cometidos ese día por su hermano y sobrino, pasó a la clandestinidad. Cuentan que estuvo oculto en una casa de la calle de Plateros de San Pedro y que el Gobierno sabía de su paradero, pero por estrategia política (Piérola era muy popular) prefirió no detenerlo y dejarlo escondido.
El respiro para los implicados en la revuelta del 29 de mayo no llegaría hasta setiembre de 1911 cuando el Senado aprobó el tan esperado Proyecto de Amnistía. Entonces la venerable figura de don Nicolás retornó al templo de San Pedro a escuchar la misa de doce, para luego ser llevado por el pueblo en hombros a su casa de la calle El Milagro. Pero esa ya es otra historia…
La historia en revistas y periódicos
Jamás imaginé que trabajaría en el Centro de Lima y que con los años, ésta perdería el lado romántico de mis escapadas a la antigua Biblioteca Nacional para convertirse en un rostro serio y formal.
No resistí la tentación de adquirir una sencilla y muy antigua revista argentina en una de las antiguas y vetustas casonas de Camaná. Quizás a los jóvenes no les sea conocido el nombre de Don Fulgencio, el hombre que no tuvo infancia. Fue una tira cómica muy simpática que apareciera en la prensa peruana a mediados del siglo pasado, y que la hallé en revista.
Mundial, dirigida por Andrés Avelino Aramburú, y cuyo local estuvo en la calle Mantas aún se vende. También un tomo de la recordada Guía Lezcano, con direcciones de Lima antigua, la revista Extra de Raúl Villarán, una colección antigua de la Abeja Republicana, y cantidades de fascículos sobre historia, geografía y pintura. Estas son solo algunas de las historias que jamás nos contaron en el colegio.
En Quilca y Camaná el tiempo parece detenerse. La historia nos envuelve y transporta al tiempo añorado que no olvidamos.
Con el tiempo, olvidé el nombre de las calles que memoricé por años y esos recorridos que hacía de pequeño por la ciudad, imaginando los lugares por donde transitaron mis padres, abuelos y bisabuelos.
Los jirones Quilca y Camaná me han retornado a esa Lima que se fue, donde puedo vivir la historia a través de las revistas y periódicos. Es la zona ideal para encontrar textos originales de historia, geografía, medicina, filosofía o derecho.
Descubrí un libro hermoso. Su título es Invitación a la vida heroica de José Carlos Mariátegui. Se trata de los artículos del gran Amauta escritos en El Tiempo, La Prensa y Mundial, plasmados en una obra de lectura obligada, e indispensable para quien estudie periodismo.
Acabo de leer Ocupación: Testigo La edad de plomo de Guillermo Thorndike, tras una incansable búsqueda por encontrar el libro. Me alegra no haber sido el único en gozar con una parte de la historia de La Prensa. Mis alumnos de redacción también gustaron de esta sabrosa obra.
Al momento de escribir estas líneas, reviso un valioso material: Historia del Perú, de José de la Riva Agüero. Quinientas hojas nos llevan a los primeros años de la vida republicana del Perú. Complemento ese momento de nuestra historia con otro que encontré: El Perú y su independencia, que editó el Ejército Peruano en 1971.
El Don Manuel de Luis Alberto Sánchez es una lectura sublime, pero me quedó corto, para conocer más de la vida del maestro Manuel Gonzales Prada. Nuestras vidas son los ríos es una versión más intensa y amplia de la vida del insigne pensador y escritor. Un libro impregnado de belleza y sabiduría.
Adquirí Andanzas de Federico More hace dos años. Una recopilación de escritos del genial director del Hombre de la calle y de Don Lunes. El puneño fue un maestro del periodismo.
También he descubierto unas revistas argentinas de gran factura: La aventura de la historia, que en 100 hojas, muy bien ilustradas, nos revelan hechos muy poco conocidos del acontecer mundial.
Descubrí un libro hermoso. Su título es Invitación a la vida heroica de José Carlos Mariátegui. Se trata de los artículos del gran Amauta escritos en El Tiempo, La Prensa y Mundial, plasmados en una obra de lectura obligada, e indispensable para quien estudie periodismo.
Acabo de leer Ocupación: Testigo La edad de plomo de Guillermo Thorndike, tras una incansable búsqueda por encontrar el libro. Me alegra no haber sido el único en gozar con una parte de la historia de La Prensa. Mis alumnos de redacción también gustaron de esta sabrosa obra.
Al momento de escribir estas líneas, reviso un valioso material: Historia del Perú, de José de la Riva Agüero. Quinientas hojas nos llevan a los primeros años de la vida republicana del Perú. Complemento ese momento de nuestra historia con otro que encontré: El Perú y su independencia, que editó el Ejército Peruano en 1971.
El Don Manuel de Luis Alberto Sánchez es una lectura sublime, pero me quedó corto, para conocer más de la vida del maestro Manuel Gonzales Prada. Nuestras vidas son los ríos es una versión más intensa y amplia de la vida del insigne pensador y escritor. Un libro impregnado de belleza y sabiduría.
Adquirí Andanzas de Federico More hace dos años. Una recopilación de escritos del genial director del Hombre de la calle y de Don Lunes. El puneño fue un maestro del periodismo.
También he descubierto unas revistas argentinas de gran factura: La aventura de la historia, que en 100 hojas, muy bien ilustradas, nos revelan hechos muy poco conocidos del acontecer mundial.
No resistí la tentación de adquirir una sencilla y muy antigua revista argentina en una de las antiguas y vetustas casonas de Camaná. Quizás a los jóvenes no les sea conocido el nombre de Don Fulgencio, el hombre que no tuvo infancia. Fue una tira cómica muy simpática que apareciera en la prensa peruana a mediados del siglo pasado, y que la hallé en revista.
Mundial, dirigida por Andrés Avelino Aramburú, y cuyo local estuvo en la calle Mantas aún se vende. También un tomo de la recordada Guía Lezcano, con direcciones de Lima antigua, la revista Extra de Raúl Villarán, una colección antigua de la Abeja Republicana, y cantidades de fascículos sobre historia, geografía y pintura. Estas son solo algunas de las historias que jamás nos contaron en el colegio.
En Quilca y Camaná el tiempo parece detenerse. La historia nos envuelve y transporta al tiempo añorado que no olvidamos.
Grau en nuestra historia
La República Caníbal, el cuarto libro sobre la vida del gran Almirante Miguel Grau, se desenvuelve en un momento particularmente tenso de nuestra convulsa historia.
El primer gobierno de Manuel Pardo (1872- 1876) se instala en el poder, tras debelarse un sangriento golpe de estado de los coroneles Gutiérrez. Su régimen, sin embargo, no tendrá un minuto de paz, pues revueltas y montoneras desatan una vez el caos en la frágil democracia peruana.
El libro escrito por Guillermo Thorndike muestra también a un ya experimentado Miguel Grau, quien como jefe máximo del Huáscar comanda a la débil flota peruana en el resguardo de nuestras fronteras marítimas; llevando ayuda a las zonas más alejadas del país y sofocando montoneras que por doquier estallaban en el interior del país.
Amigo leal del presidente Pardo, celoso defensor del orden constitucional, el libro describe también la ejemplar vida familiar del ilustre marino, casado con Dolores Cabero y Núñez, con quien en 1875 ya tenía cinco hijos.
Es emocionante el capítulo de la muerte de la madre de Grau, quien a diario escuchaba misa en la iglesia de San Marcelo, así como el viaje de la corbeta Unión hasta los lejanos imperios de la China y Japón en busca de mercados comerciales para el Perú.
Thorndike acompaña en su narración las angustias, esperanzas y sueños de Grau, hombre valiente, guerrero dispuesto a dar la vida por su patria que ve preocupado cómo Chile se arma, y amenaza la paz en el Pacifico, mientras el Perú envuelto en revoluciones, golpes de estado y una inminente bancarrota fiscal, mengua su capacidad de defensa militar que le diera el Mariscal Castilla.
El autor emplea numerosa información aparecida en los diarios y revistas de la época, para narrar, en paralelo a la vida de Grau, hechos políticos, sociales, culturales y anécdotas de la vida en el país entre 1872 y 1876. Queda una vez demostrada ese cordón umbilical que une al periodismo con la historia.
Adentrarse en este libro es conocer a Grau, el más ilustre peruano de la historia. Es aprender a amar al Perú, pero también buscar respuestas al fracaso de una clase política que manejando a sus anchas el poder fue incapaz de llevar al Perú por caminos de paz y prosperidad.
El libro escrito por Guillermo Thorndike muestra también a un ya experimentado Miguel Grau, quien como jefe máximo del Huáscar comanda a la débil flota peruana en el resguardo de nuestras fronteras marítimas; llevando ayuda a las zonas más alejadas del país y sofocando montoneras que por doquier estallaban en el interior del país.
Amigo leal del presidente Pardo, celoso defensor del orden constitucional, el libro describe también la ejemplar vida familiar del ilustre marino, casado con Dolores Cabero y Núñez, con quien en 1875 ya tenía cinco hijos.
Es emocionante el capítulo de la muerte de la madre de Grau, quien a diario escuchaba misa en la iglesia de San Marcelo, así como el viaje de la corbeta Unión hasta los lejanos imperios de la China y Japón en busca de mercados comerciales para el Perú.
Thorndike acompaña en su narración las angustias, esperanzas y sueños de Grau, hombre valiente, guerrero dispuesto a dar la vida por su patria que ve preocupado cómo Chile se arma, y amenaza la paz en el Pacifico, mientras el Perú envuelto en revoluciones, golpes de estado y una inminente bancarrota fiscal, mengua su capacidad de defensa militar que le diera el Mariscal Castilla.
El autor emplea numerosa información aparecida en los diarios y revistas de la época, para narrar, en paralelo a la vida de Grau, hechos políticos, sociales, culturales y anécdotas de la vida en el país entre 1872 y 1876. Queda una vez demostrada ese cordón umbilical que une al periodismo con la historia.
Adentrarse en este libro es conocer a Grau, el más ilustre peruano de la historia. Es aprender a amar al Perú, pero también buscar respuestas al fracaso de una clase política que manejando a sus anchas el poder fue incapaz de llevar al Perú por caminos de paz y prosperidad.
Pablo de Tarso
Fue un viajero y predicador incansable, un comunicador social que convencido de su fe estuvo siempre dispuesto a proclamarla, y confrontarla. Pablo de Tarso fue el primer teólogo del cristianismo y el más importante de sus misioneros.
Pablo se convirtió en el gran comunicador que la Iglesia arrebató a la religión judía. Escribió sus célebres cartas defendiendo su fe, que dos milenios después siguen siendo fuente de inspiración, debate y estudio para los cristianos.
La Iglesia Católica celebra este año los 2 mil años del nacimiento del llamado apóstol de los gentiles. Hombre de carácter fuerte y decidido, tuvo más éxito que San Pedro en atraer mayor número de gente a la nueva religión.
Mientras Pedro veía cómo el pueblo judío rechazaba el cristianismo, la predicación de Pablo de Tarso atraía a multitudes fuera de Palestina, y dejaba numerosos apóstoles en las primitivas iglesias que iba fundando en el Asia menor.
Pablo tenía una sólida formación teológica, filosófica, jurídica, mercantil y lingüística (hablaba griego, latín, hebreo y arameo).
En un pasaje de la Carta a los Romanos se refleja su intención de llegar hasta España y anunciar el Evangelio en los confines de la tierra entonces conocida.
Tuvo discusiones con el mismo San Pedro sobre el futuro de la evangelización. En el concilio de Jerusalén triunfó su postura sobre las de los apóstoles, respecto a que los seguidores de Jesús no estaban bajo las leyes religiosas judías. De esta manera, la Iglesia se universalizó y el mensaje de Cristo llegó a todo hombre de la tierra independientemente de su origen.
Entregó la vida por amor a Cristo defendiendo su mensaje en la misma Roma, centro del mundo en aquel entonces, luego de que Nerón ordenó incendiar la ciudad y culpó a los cristianos.
Destacan entre sus escritos el Himno a la caridad en la primera de Corintios, el Himno Cristológico en Filipenses, y una de sus frases mas famosas: "Todo lo puedo en Cristo que me da fuerza”.
San Pablo fue un hombre de intensa fe, de lucha y perseverancia, un comunicador social que defendió sus ideas hasta dar la vida por amor a Cristo.
Pablo se convirtió en el gran comunicador que la Iglesia arrebató a la religión judía. Escribió sus célebres cartas defendiendo su fe, que dos milenios después siguen siendo fuente de inspiración, debate y estudio para los cristianos.
La Iglesia Católica celebra este año los 2 mil años del nacimiento del llamado apóstol de los gentiles. Hombre de carácter fuerte y decidido, tuvo más éxito que San Pedro en atraer mayor número de gente a la nueva religión.
Mientras Pedro veía cómo el pueblo judío rechazaba el cristianismo, la predicación de Pablo de Tarso atraía a multitudes fuera de Palestina, y dejaba numerosos apóstoles en las primitivas iglesias que iba fundando en el Asia menor.
Pablo tenía una sólida formación teológica, filosófica, jurídica, mercantil y lingüística (hablaba griego, latín, hebreo y arameo).
En un pasaje de la Carta a los Romanos se refleja su intención de llegar hasta España y anunciar el Evangelio en los confines de la tierra entonces conocida.
Tuvo discusiones con el mismo San Pedro sobre el futuro de la evangelización. En el concilio de Jerusalén triunfó su postura sobre las de los apóstoles, respecto a que los seguidores de Jesús no estaban bajo las leyes religiosas judías. De esta manera, la Iglesia se universalizó y el mensaje de Cristo llegó a todo hombre de la tierra independientemente de su origen.
Entregó la vida por amor a Cristo defendiendo su mensaje en la misma Roma, centro del mundo en aquel entonces, luego de que Nerón ordenó incendiar la ciudad y culpó a los cristianos.
Destacan entre sus escritos el Himno a la caridad en la primera de Corintios, el Himno Cristológico en Filipenses, y una de sus frases mas famosas: "Todo lo puedo en Cristo que me da fuerza”.
San Pablo fue un hombre de intensa fe, de lucha y perseverancia, un comunicador social que defendió sus ideas hasta dar la vida por amor a Cristo.
Recordando a Valdelomar…
A Haya de la Torre le preguntaron al final de su vida qué pensaba de él. Respondió que era un genio… Otra vez lo llamó “mi querido amigo don Abraham Valdelomar. La mano, esa mano que ha escrito tantas bellezas inimitables”.
“Hay que pasar por el Palais Concert mirando a través de los cristales cortados de las puertas de entrada para distinguir a un hombrecito gordo, vestido de oscuro, con sombrero Chicago y quevedos con larga cinta negra. Este hombre tiene un tipo de moro, esta afeitado y sus manos cuidadas tienen unas que brillan”, anotaba Haya.
Sobre él, Luis Alberto Sánchez escribió Abraham Valdelomar o la Belle Epoque. Habló de su Ica natal, sus vivencias en la Lima de inicios del siglo pasado, sus cuentos y artículos en La Prensa. Describió con pasión su bohemia, sus poemas, sus amores…
Jorge Basadre habló de la generación de Valdelomar y la calificó de “sensible a su tiempo y de gran emoción social”.
José Carlos Mariátegui, el gran Amauta, dice que la personalidad de Valdelomar influyó en la actitud espiritual de una generación de escritores peruanos.
Cuenta que Valdelomar impregnó su obra de un humorismo elegante, alado, ático, nuevo hasta entonces entre nosotros.
Una vez en la célebre revista Mundial de la calle Mantas, dijo que Abraham caricaturizaba piadosamente a los hombres y llamó a su Confiteor “la más pura, la más bella poesía erótica de nuestra literatura”.
El Amauta lo describe como un hombre nómada, versátil, inquieto como su tiempo, a quien “la nueva generación no imitará ni seguirá, pero amará la gracia y el perfume de su arte y la trémula ternura de su ‘corazon oval’”.
Hoy en el año en que se cumple 90 años de su muerte, veo a Valdelomar alzando la copa en el Palais Concert para brindar con Mariátegui y exclamar Lima es el Jiron De la Unión, el Jiron De la Unión es el Palais Concert y el Palais Concert soy Yo…
“Hay que pasar por el Palais Concert mirando a través de los cristales cortados de las puertas de entrada para distinguir a un hombrecito gordo, vestido de oscuro, con sombrero Chicago y quevedos con larga cinta negra. Este hombre tiene un tipo de moro, esta afeitado y sus manos cuidadas tienen unas que brillan”, anotaba Haya.
Sobre él, Luis Alberto Sánchez escribió Abraham Valdelomar o la Belle Epoque. Habló de su Ica natal, sus vivencias en la Lima de inicios del siglo pasado, sus cuentos y artículos en La Prensa. Describió con pasión su bohemia, sus poemas, sus amores…
Jorge Basadre habló de la generación de Valdelomar y la calificó de “sensible a su tiempo y de gran emoción social”.
José Carlos Mariátegui, el gran Amauta, dice que la personalidad de Valdelomar influyó en la actitud espiritual de una generación de escritores peruanos.
Cuenta que Valdelomar impregnó su obra de un humorismo elegante, alado, ático, nuevo hasta entonces entre nosotros.
Una vez en la célebre revista Mundial de la calle Mantas, dijo que Abraham caricaturizaba piadosamente a los hombres y llamó a su Confiteor “la más pura, la más bella poesía erótica de nuestra literatura”.
El Amauta lo describe como un hombre nómada, versátil, inquieto como su tiempo, a quien “la nueva generación no imitará ni seguirá, pero amará la gracia y el perfume de su arte y la trémula ternura de su ‘corazon oval’”.
Hoy en el año en que se cumple 90 años de su muerte, veo a Valdelomar alzando la copa en el Palais Concert para brindar con Mariátegui y exclamar Lima es el Jiron De la Unión, el Jiron De la Unión es el Palais Concert y el Palais Concert soy Yo…
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