domingo, 8 de febrero de 2009

Enigmas de la historia

El teniente coronel alemán Claus Schenk von Stauffenberg estaba convencido de que si no mataba a Adolfo Hitler ese 20 de julio de 1944, Alemania, cercada ya por los ejércitos aliados y soviéticos, acabaría en la ruina. Por eso, decidió colocar una bomba en la sala de reuniones del dictador alemán.

La conferencia sobre el desastroso estado de la guerra estaba programada para las 13 horas de ese día de verano, pero la visita de Benito Mussolini a Hitler obligó a adelantar media hora la reunión.

Cuenta Roger Moorhouse en su obra Matar a Hitler que con el apuro por llegar a tiempo a la cita, Stauffenberg no tuvo tiempo para insertar un detonador en la siguiente pieza del explosivo. Y peor, ni siquiera pudo introducir el explosivo sin detonador en la cartera. Su bomba, por lo tanto, fue solo la mitad de potente de lo que debió ser.

Sin saber que llevaba la bomba en su maletín, el oficial, John von Freyend, ayudó a Stauffenberg quien era lisiado, a colocar su cartera frente al asiento de Hitler, bajo la mesa cubierta de mapas.

Luego, el propio Stauffenberg la empujó con el pie hasta colocarla a un metro y medio de Hitler.

Cuenta en sus memorias, el ministro de Armamento y Munición de Hitler, Albert Speer, que el coronel Heinz Brandt, quien estaba de acuerdo en matar a Hitler pero ignoraba la conspiración de ese día, tropezó con la cartera cuando se inclinó sobre la mesa para consultar un mapa, la recogió y la depositó al lado opuesto de la pesada mesa.

Su acción - dice Speer- protegió eficazmente a la mayoría de las 24 personas presentes y salvó a Hitler de morir.

Con el fracaso de la operación, la guerra se prolongó hasta mayo de 1945. Un documental de televisión calculó que más de 10 millones de soldados y civiles murieron en Europa entre julio del 44 y la rendición final de Alemania en la primavera del 45.

Vidas que, sin duda, se habrían salvado si Stauffenberg hubiera tenido éxito…

Al presidente Luis Miguel Sánchez Cerró lo mató Abelardo Mendoza Leyva un 30 de abril de 1933 muy cerca del Campo de Marte. El mandatario peruano viajaba en un Cadillac descubierto. Compartía el asiento posterior el primer ministro, José Matías Manzanilla.

La autopsia a Sánchez Cerro arrojó que hubo dos clases de disparos: de menor calibre, arriba abajo y de mayor calibre y de necesidad mortal, un disparo de abajo hacia arriba y de adelante hacia atrás. Ese tiro se hizo de muy corta distancia y causó una hemorragia incontenible en el jefe de Estado.

Se sabe que los disparos de arriba abajo los hizo Mendoza Leiva. Pasmados, cientos lo vieron treparse en el estribo del auto presidencial y disparar contra el presidente por encima de Manzanilla.

Cuenta Armando Villanueva en La gran persecución que efectivamente los disparos de Mendoza Leiva fueron de arriba abajo.

"Disparó y le perforó un pulmón. El tiro de abajo arriba es un misterio, porque Mendoza cayó, y luego fue baleado y convertido en pulpa por las lanzas de la escolta presidencial", narra el histórico líder aprista…

En mayo de 1944, el diario inglés Daily Telegraph publicó un crucigrama con la palabra Utah; hecho que pasó inadvertido. Otro, el 22 de mayo tenía el término Omaha. Posteriormente, entre el 27 de mayo y el 1 de junio, aparecieron Mulberry, Neptune y Overlord.

Utah y Omaha eran el nombre en clave de dos de las playas del desembarco de Normandía; operación clave para el fin de la Segunda Guerra Mundial. Overlord era el nombre dado a toda la operación, programada para el 6 de junio.

La agencia de contra-inteligencia británica contactó con el creador de los crucigramas sospechosos, un director de un colegio del condado de Surrey. Tras investigar el caso, se concluyó que todo se debía a una mera coincidencia...

Abraham Lincoln y John F. Kennedy fueron dos presidentes estadounidenses muy populares que fueron asesinados antes de acabar sus periodos presidenciales. Sus muertes tienen muchos rasgos en común.

Ambos fueron victimados un viernes y en presencia de sus esposas.

Los dos recibieron tiros desde atrás y en la cabeza. Sus sucesores se apellidaban Johnson, eran demócratas del sur y estaban en el Senado.

John Wilkes Booth disparó a Lincoln en un palco teatral y luego corrió hacia un almacén. Lee Harvey Oswald mató a Keneddy desde un almacén y luego corrió hacia un teatro.

Los apellidos de Lincoln y de Keneddy tienen siete letras.

El secretario de Lincoln, cuyo apellido era Kennedy, le aconsejó que no fuera al teatro. El secretario de Kennedy, cuyo apellido era Lincoln, le aconsejó que no fuera a Dallas…

sábado, 7 de febrero de 2009

Descubriendo el Youtube

Detuve una apasionante lectura sobre la segunda guerra mundial, para entrar nuevamente al sorprendente mundo de Youtube y descubrir algunos de los miles de secretos que este portal nos sigue ofreciendo a quienes jamás deja de apasionarnos la Internet.

Había pasado unas horas con unos tíos este fin de semana, quienes me hablaron de la vida en Lima en los 40 y 50. El aroma de esos años me llevó a buscar filmes de esas épocas.

¿Cantinflas? Una excelente elección. ¿Pero habría algunas de sus películas? Sí, y muchas. El gendarme desconocido de 1941 es una de ellas, y nos muestra al joven bufón en su primera interpretación sobre un torpe, aunque noble policía que tras confundir a sus superiores con su enrevesado lenguaje ingresa al cuerpo de la policía para poner orden en su pueblo… claro que a su modo. (http://www.youtube.com/watch?v=Tk7Y-yo3d-k).

En 11 capítulos de 10 minutos cada uno, con una buena imagen y un aceptable audio, gozamos de este simpático filme para deleite de los mayores, y más de los jóvenes, quienes no disfrutaron en el cine ni en la televisión, del humor del genio mexicano.

Aunque la película no está completa, podemos ver también en Youtube escenas de un clásico de Cantinflas de 1956. Se trata de El bolero de Raquel, filme en el que protagoniza un divertido baile en un cabaret, imágenes que con el tiempo se han convertido en clásicas e inolvidables para cualquier amante del cine. (http://www.youtube.com/watch?v=-xzKlrz2pKQ).

Ahhh… un dato más sobre el cine de esas épocas. Escuché comentar a Raúl Tola que la primera película que transmitió América Televisión un 15 de diciembre de 1958 fue Solo los Ángeles tienen alas, con la hermosa Rita Hayworth y el inolvidable Cary Grant, y filmada en 1939 ¡Hace 70 años!

La encontré en Youtube. El filme está completo, y con una excelente imagen. Aunque la podemos ver solo en inglés, no deja de atraer este clásico del cine en blanco y negro, transmitida por primera vez por un canal peruano hace 50 años. (http://www.youtube.com/watch?v=ZXRyZe-vsJ).

La Revolución del 29 de mayo

De un certero disparo mataron al soldado que custodiaba Palacio de Gobierno. Luego irrumpieron pistola en mano y a empujones sacaron al presidente hasta la Plaza Mayor. Era las 2 de la tarde y la gente descansaba tras el almuerzo sabatino.

Amadeo e Isaías de Piérola decidieron ese 29 de mayo de 1909 que no podían tolerar más a Augusto Bernardino Leguía como presidente. Por eso, armaron su propia revolución para sacarlo del Gobierno. Al jefe de Estado, ahora rehén, se sumó voluntariamente el ministro de Justicia y Culto, Manuel Vicente Villarán. Un fornido moreno acompañaba a los revolucionarios que, escopeta en mano, estaba listo para asestar un disparo a Leguía apenas los Piérola lo ordenaran.

¡Hacia Mercaderes!, gritó Amadeo antes de empujar a Leguía, quien se mantenía sereno. Luego llegaron a Espaderos, La Merced, después a Baquíjano… ¿A dónde llevaban al presidente? Leguía tenía su mansión en la calle Divorciadas. Los Piérola pensaron en trasladarlo hasta allí y obligarlo a firmar su renuncia.

Un silencio sepulcral reinaba en la ciudad. Nadie apoyaba la revolución. La gente se escondía en sus casas. Los Piérola no sabían qué hacer con Leguía. ¿Matarlo? ¿A dónde llevarlo?

Al grupo se sumó un decidido reportero. Era Enrique Moral de la revista Variedades de la calle Mercaderes, quien cámara en mano fotografiaba las dramáticas escenas. Los Piérola,habían decidido dirigirse finalmente a la plazuela de la Inquisición. Allí el valiente reportero instaló su trípode.

Variedades había sido fundada un año antes por el hermano de Enrique, Manuel Moral y Vega, fotógrafo portugués, quien encargó la dirección del medio a Clemente Palma, hijo del célebre tradicionalista peruano, retirado ya en el pueblo de Miraflores.

Dos horas estuvieron los Piérola exigiendo a Leguía que firmara su renuncia al pie del monumento al Libertador Simón Bolívar. El presidente se negaba y parecía no temer miedo al fornido zambo de los Piérola, ávido de desplomarle un balazo en la sien.

El “no firmo” haría más popular a Leguía, quien al caer la tarde veía cómo un subteniente y 19 soldados de caballería irrumpían en la Plazuela disparando a matar. Rescatado Leguía, regresó en olor de multitud a Palacio, pero la revuelta había dejado al menos 15 muertos en las calles de Lima, la fuga de los Piérola y el cadáver de Moral muy cerca del museo de la Inquisición.

El reportero de Variedades había muerto de un disparo en el pecho mientras cubría el rescate del presidente en medio del fuego indiscriminado de los soldados. Sus fotos quedarían para la posteridad al final de tan trágica jornada. Ese 29 de mayo de 1909 el Perú tuvo su primer mártir del fotoperiodismo.

El gobierno de Leguía desencadenó entonces una violenta represión contra sus opositores. Muchos de ellos huyeron, otros fueron apresados y purgaron prisión.

Incluso el “Califa”, Nicolás de Piérola, de quien cuentan los historiadores, no estuvo comprometido en los hechos de violencia cometidos ese día por su hermano y sobrino, pasó a la clandestinidad. Cuentan que estuvo oculto en una casa de la calle de Plateros de San Pedro y que el Gobierno sabía de su paradero, pero por estrategia política (Piérola era muy popular) prefirió no detenerlo y dejarlo escondido.

El respiro para los implicados en la revuelta del 29 de mayo no llegaría hasta setiembre de 1911 cuando el Senado aprobó el tan esperado Proyecto de Amnistía. Entonces la venerable figura de don Nicolás retornó al templo de San Pedro a escuchar la misa de doce, para luego ser llevado por el pueblo en hombros a su casa de la calle El Milagro. Pero esa ya es otra historia…

La historia en revistas y periódicos

Jamás imaginé que trabajaría en el Centro de Lima y que con los años, ésta perdería el lado romántico de mis escapadas a la antigua Biblioteca Nacional para convertirse en un rostro serio y formal.
Con el tiempo, olvidé el nombre de las calles que memoricé por años y esos recorridos que hacía de pequeño por la ciudad, imaginando los lugares por donde transitaron mis padres, abuelos y bisabuelos.
Los jirones Quilca y Camaná me han retornado a esa Lima que se fue, donde puedo vivir la historia a través de las revistas y periódicos. Es la zona ideal para encontrar textos originales de historia, geografía, medicina, filosofía o derecho.

Descubrí un libro hermoso. Su título es Invitación a la vida heroica de José Carlos Mariátegui. Se trata de los artículos del gran Amauta escritos en El Tiempo, La Prensa y Mundial, plasmados en una obra de lectura obligada, e indispensable para quien estudie periodismo.

Acabo de leer Ocupación: Testigo La edad de plomo de Guillermo Thorndike, tras una incansable búsqueda por encontrar el libro. Me alegra no haber sido el único en gozar con una parte de la historia de La Prensa. Mis alumnos de redacción también gustaron de esta sabrosa obra.

Al momento de escribir estas líneas, reviso un valioso material: Historia del Perú, de José de la Riva Agüero. Quinientas hojas nos llevan a los primeros años de la vida republicana del Perú. Complemento ese momento de nuestra historia con otro que encontré: El Perú y su independencia, que editó el Ejército Peruano en 1971.

El Don Manuel de Luis Alberto Sánchez es una lectura sublime, pero me quedó corto, para conocer más de la vida del maestro Manuel Gonzales Prada. Nuestras vidas son los ríos es una versión más intensa y amplia de la vida del insigne pensador y escritor. Un libro impregnado de belleza y sabiduría.

Adquirí Andanzas de Federico More hace dos años. Una recopilación de escritos del genial director del Hombre de la calle y de Don Lunes. El puneño fue un maestro del periodismo.

También he descubierto unas revistas argentinas de gran factura: La aventura de la historia, que en 100 hojas, muy bien ilustradas, nos revelan hechos muy poco conocidos del acontecer mundial.

No resistí la tentación de adquirir una sencilla y muy antigua revista argentina en una de las antiguas y vetustas casonas de Camaná. Quizás a los jóvenes no les sea conocido el nombre de Don Fulgencio, el hombre que no tuvo infancia. Fue una tira cómica muy simpática que apareciera en la prensa peruana a mediados del siglo pasado, y que la hallé en revista.

Mundial, dirigida por Andrés Avelino Aramburú, y cuyo local estuvo en la calle Mantas aún se vende. También un tomo de la recordada Guía Lezcano, con direcciones de Lima antigua, la revista Extra de Raúl Villarán, una colección antigua de la Abeja Republicana, y cantidades de fascículos sobre historia, geografía y pintura. Estas son solo algunas de las historias que jamás nos contaron en el colegio.

En Quilca y Camaná el tiempo parece detenerse. La historia nos envuelve y transporta al tiempo añorado que no olvidamos.

Grau en nuestra historia

La República Caníbal, el cuarto libro sobre la vida del gran Almirante Miguel Grau, se desenvuelve en un momento particularmente tenso de nuestra convulsa historia.
El primer gobierno de Manuel Pardo (1872- 1876) se instala en el poder, tras debelarse un sangriento golpe de estado de los coroneles Gutiérrez. Su régimen, sin embargo, no tendrá un minuto de paz, pues revueltas y montoneras desatan una vez el caos en la frágil democracia peruana.

El libro escrito por Guillermo Thorndike muestra también a un ya experimentado Miguel Grau, quien como jefe máximo del Huáscar comanda a la débil flota peruana en el resguardo de nuestras fronteras marítimas; llevando ayuda a las zonas más alejadas del país y sofocando montoneras que por doquier estallaban en el interior del país.

Amigo leal del presidente Pardo, celoso defensor del orden constitucional, el libro describe también la ejemplar vida familiar del ilustre marino, casado con Dolores Cabero y Núñez, con quien en 1875 ya tenía cinco hijos.

Es emocionante el capítulo de la muerte de la madre de Grau, quien a diario escuchaba misa en la iglesia de San Marcelo, así como el viaje de la corbeta Unión hasta los lejanos imperios de la China y Japón en busca de mercados comerciales para el Perú.

Thorndike acompaña en su narración las angustias, esperanzas y sueños de Grau, hombre valiente, guerrero dispuesto a dar la vida por su patria que ve preocupado cómo Chile se arma, y amenaza la paz en el Pacifico, mientras el Perú envuelto en revoluciones, golpes de estado y una inminente bancarrota fiscal, mengua su capacidad de defensa militar que le diera el Mariscal Castilla.

El autor emplea numerosa información aparecida en los diarios y revistas de la época, para narrar, en paralelo a la vida de Grau, hechos políticos, sociales, culturales y anécdotas de la vida en el país entre 1872 y 1876. Queda una vez demostrada ese cordón umbilical que une al periodismo con la historia.

Adentrarse en este libro es conocer a Grau, el más ilustre peruano de la historia. Es aprender a amar al Perú, pero también buscar respuestas al fracaso de una clase política que manejando a sus anchas el poder fue incapaz de llevar al Perú por caminos de paz y prosperidad.

Pablo de Tarso

Fue un viajero y predicador incansable, un comunicador social que convencido de su fe estuvo siempre dispuesto a proclamarla, y confrontarla. Pablo de Tarso fue el primer teólogo del cristianismo y el más importante de sus misioneros.

Pablo se convirtió en el gran comunicador que la Iglesia arrebató a la religión judía. Escribió sus célebres cartas defendiendo su fe, que dos milenios después siguen siendo fuente de inspiración, debate y estudio para los cristianos.

La Iglesia Católica celebra este año los 2 mil años del nacimiento del llamado apóstol de los gentiles. Hombre de carácter fuerte y decidido, tuvo más éxito que San Pedro en atraer mayor número de gente a la nueva religión.

Mientras Pedro veía cómo el pueblo judío rechazaba el cristianismo, la predicación de Pablo de Tarso atraía a multitudes fuera de Palestina, y dejaba numerosos apóstoles en las primitivas iglesias que iba fundando en el Asia menor.

Pablo tenía una sólida formación teológica, filosófica, jurídica, mercantil y lingüística (hablaba griego, latín, hebreo y arameo).

En un pasaje de la Carta a los Romanos se refleja su intención de llegar hasta España y anunciar el Evangelio en los confines de la tierra entonces conocida.

Tuvo discusiones con el mismo San Pedro sobre el futuro de la evangelización. En el concilio de Jerusalén triunfó su postura sobre las de los apóstoles, respecto a que los seguidores de Jesús no estaban bajo las leyes religiosas judías. De esta manera, la Iglesia se universalizó y el mensaje de Cristo llegó a todo hombre de la tierra independientemente de su origen.

Entregó la vida por amor a Cristo defendiendo su mensaje en la misma Roma, centro del mundo en aquel entonces, luego de que Nerón ordenó incendiar la ciudad y culpó a los cristianos.

Destacan entre sus escritos el Himno a la caridad en la primera de Corintios, el Himno Cristológico en Filipenses, y una de sus frases mas famosas: "Todo lo puedo en Cristo que me da fuerza”.

San Pablo fue un hombre de intensa fe, de lucha y perseverancia, un comunicador social que defendió sus ideas hasta dar la vida por amor a Cristo.

Recordando a Valdelomar…

A Haya de la Torre le preguntaron al final de su vida qué pensaba de él. Respondió que era un genio…
Otra vez lo llamó “mi querido amigo don Abraham Valdelomar. La mano, esa mano que ha escrito tantas bellezas inimitables”.

“Hay que pasar por el Palais Concert mirando a través de los cristales cortados de las puertas de entrada para distinguir a un hombrecito gordo, vestido de oscuro, con sombrero Chicago y quevedos con larga cinta negra. Este hombre tiene un tipo de moro, esta afeitado y sus manos cuidadas tienen unas que brillan”, anotaba Haya.

Sobre él, Luis Alberto Sánchez escribió Abraham Valdelomar o la Belle Epoque. Habló de su Ica natal, sus vivencias en la Lima de inicios del siglo pasado, sus cuentos y artículos en La Prensa. Describió con pasión su bohemia, sus poemas, sus amores…

Jorge Basadre habló de la generación de Valdelomar y la calificó de “sensible a su tiempo y de gran emoción social”.

José Carlos Mariátegui, el gran Amauta, dice que la personalidad de Valdelomar influyó en la actitud espiritual de una generación de escritores peruanos.

Cuenta que Valdelomar impregnó su obra de un humorismo elegante, alado, ático, nuevo hasta entonces entre nosotros.

Una vez en la célebre revista Mundial de la calle Mantas, dijo que Abraham caricaturizaba piadosamente a los hombres y llamó a su Confiteor “la más pura, la más bella poesía erótica de nuestra literatura”.

El Amauta lo describe como un hombre nómada, versátil, inquieto como su tiempo, a quien “la nueva generación no imitará ni seguirá, pero amará la gracia y el perfume de su arte y la trémula ternura de su ‘corazon oval’”.

Hoy en el año en que se cumple 90 años de su muerte, veo a Valdelomar alzando la copa en el Palais Concert para brindar con Mariátegui y exclamar Lima es el Jiron De la Unión, el Jiron De la Unión es el Palais Concert y el Palais Concert soy Yo…

Recuerdos de Monterrico

Vestían de saco y corbata. Fumaban y en sus manos tenían las programaciones. Las grabateaban buscando el golpe perfecto. Eran los “burreros” de los años 70. Aquellos que saborearon la época dorada de la hípica peruana, que vibraron con los triunfos de Santorín, Flor de Loto o Antinoo en Argentina; hazañas del turf peruano que los cronistas de la época supieron plasmar en diarios y revistas.
Recuerdo el túnel que caminaba para ingresar al hipódromo. Frente a la cancha podía ver el apronte de los caballos y luego seguía la carrera. A pocos metros de la meta, escuchaba las manos de los “burreros” agitarse. Tronaban los dedos, subía la adrenalina. Gritaban boleto en mano. Los caballos cruzaban la meta, y muchos ya miraban la ventanilla para cambiar sus apuestas por dinero contante y sonante. Otros las arrojaban resignados a la derrota, pero ya pensaban que en la siguiente carrera les iría mejor. Siempre había oportunidad para jugarse las populares dupleta, vale triple o cuádruple.

Ya habían pasado las épocas del hipódromo de San Felipe cuando Postín enfervorizaba a los hípicos o un Río Pallanga no tenía rivales en la cancha, hasta que lo obligaron a correr con una pata mala. Mancó y lo sacrificaron ante miles de aficionados.

Llegó Monterrico de donde curiosamente muchos salían pobres los fines de semana, pero la hípica se había estacado y no había triunfos. Se hablaba de cerrar el hipódromo. En los 70 se ganaba en fútbol, atletismo, y voleibol, pero la hípica no daba fuego. La crisis económica golpeaba al Jockey Club hasta que se reorganizó el turf peruano y llegaron los triunfos.

Santorin, Flor de Loto, Tenaz, Flaminio, Biógrafo, aplastaron a sus rivales en el extranjero, mientras en el Perú eran invencibles en las carreras internacionales que se disputaban ante miles de aficionados
Los diarios aumentaban las informaciones hípicas, los cronistas madrugaban para cubrir los aprontes. Federico Roggero y Robalca destacaban con sus columnas Bandera Arriba y Al Carrerón.

Gane con Willy, la Cancha o el recordado Estudie su polla con los pronósticos precisos eran de compra obligatoria. Lima se paralizaba un fin de semana con el clásico de la sexta carrera. A la entrega de los premios acudía lo mejor de Lima.

Recuerdos a dos caballos excepcionales Snow Cort y Límite. Eran tan buenos que disputaron una vez un clásico solo los dos, para definir quién era el mejor. Un diario le dio dos carillas a la información. Luego llegaron Morada y Oro, Raphael, Asombro, Aerópago y Vaduz y muchos más que marcaron la época de oro de la hípica peruana hoy venida a menos.

Los viejos burreros se fueron, los caballos dejaron de triunfar. Los cronistas hípicos se acabaron. Hoy la hípica languidece por una crisis económica e institucional que se acrecentó en los 90 y de la que nunca pudo salir.

Miro la vacía cancha de Monterrico y veo correr a los caballos que marcan mis recuerdos de adolescente. Veo a los cronistas tomando notas para sus columnas. Como si 30 años no fueran nada.

Tesoros bibliográficos

Ingresar a una biblioteca es abrirse a la posibilidad de hallar miles de respuestas a las dudas y preguntas que los seres humanos nos hacemos a diario.

Compartía una vez con alumnos de la Universidad Jaime Bausate y Meza que la búsqueda del conocimiento da sentido a nuestras vidas. Quien entra a una librería o biblioteca lo hace con el fin de saciar su avidez por las interrogantes que nos presenta el mundo. Si eso ya representa un placer, hallar el libro que satisfacerá nuestra curiosidad será un doble placer.
Digo esto, porque hace unos meses descubrí una hermosa biblioteca que me sorprendió por su silenciosa, pero nutrida hemeroteca.

El Instituto Riva Agüero (IRA), enclavado en el corazón de Lima, mantiene en sus viejos almacenes diarios de data muy antigua; a disposición de quien anhele conocer cómo ha sido nuestro Perú de mediados del siglo antepasado en adelante.

El IRA ha sabido cuidar estos tesoros periodísticos y hoy los puede prestar a cualquier lector que así lo solicite. Si uno desea conocer la producción periodística peruana durante la Guerra del Pacifico, e incluso décadas antes, el lector podrá descubrirla en tomos muy bien empatados.

Si uno desea averiguar el trabajo de nuestros comunicadores sociales de años posteriores y enterarse del devenir político, social, cultural deportivo o mundial del último siglo, pues una amplia gama de diarios nos espera.

He descubierto, también, en esta biblioteca otro tesoro: se trata del Diario de Lima, de don Jaime Bausate y Meza. La producción periodística del ilustre extremeño se encuentra en tomos bien conservados que nos presentan una visión crítica de la sociedad peruana de fines del siglo 18.

El periodismo y la historia están firmemente unidos y no se puede desligar uno del otro. Los historiadores investigan y narran los hechos, los comunicadores sociales los viven a diario, para luego también contarlos.

La historia del Perú y del mundo están detrás de esas paredes de la antigua calle Lartiga, en el jirón Camaná, y nos esperan para contárnosla con pasión.

¿Volverá la "U" copera?

Es un cuadro copero coreaban los viejos hinchas del Universitario de Deportes cuando con pundonor, calidad y garra el popular equipo merengue le paraba el macho a los equipos uruguayos y argentinos en la Copa Libertadores a fines de los 60 y principios de los 70.
Ese equipo, que tuvo su punto más alto en la final de 1972 ante el Independiente de Argentina, murió de pie en mayo de 1975 cuando por escasos minutos no llegó nuevamente a una final copera casualmente ante el mismo Independiente argentino. En aquella oportunidad la “U”, a punto de vender al extranjero a jugadores de la calidad de Oblitas, Chumpitaz, Soria y Techera (Challe, Muñante y Percy Rojas ya habían dejado el club) jugaba la semifinal de la Libertadores con la Unión Española de Santiago de Chile, en el Nacional de Lima.

Si la “U” vencía volvía por segunda vez a una final en apenas tres años. Ganaba el cuadro peruano hasta los 30 minutos del segundo tiempo. Cuarenta y cinco mil almas habían convertido el Nacional en un loquerío. Pero una falla de Rubén el “Panadero” Díaz permitió que el chileno Trujilo empatara el lance y fuera la Unión Española quien alcanzara la final. Recuerdo que “Pocho” Rospligliosi se lamentaba en la recordada revista Ovación que un jugador con apellido de ciudad peruana sacara a la “U” de la Libertadores.

Ese día se acabó la “U” copera. A los pocos meses el cuadro, que llegó a formar uno de los equipos más poderosos de Sudamérica, se desprendía de ese equipazo y entraba en una crisis futbolística y económica que lo borró de los torneos internacionales.

Universitario jamás volvió a asomar como un cuadro de fuste. Sus escasas participaciones en el máximo torneo de clubes de Sudamérica terminaron en rápidas eliminaciones. Recuerdo las humillantes goleadas recibidas en el 85 y 86 por equipos ecuatorianos y bolivianos.

En los 90 el panorama no mejoró. A duras penas alcanzaba la segunda ronda, cuando en la Libertadores de entonces de una llave de cuatro pasaban tres a la siguiente etapa, para ser luego sacado con facilidad del torneo por equipos colombianos, chilenos y ecuatorianos.

Desde aquel abril 1975, cuando en la primera ronda del torneo derrotó con garra y calidad a los uruguayos Peñarol y Nacional en el propio Centenario, Universitario solo ha obtenido dos triunfos en el extranjero. Ante Palmeiras en Sao Paulo en 1979, antes de ser goleado 6 a 1 por el Guaraní; y luego en Uruguay ante un modesto Peñarol en 1995. Después todas han sido derrotas y papelones. Hace pocos años fue goleado 6 a 0 en Argentina y los cronistas de ese país comentaron que el cuadro peruano podía tentar suerte… ¡en la segunda división del torneo argentino!

El Universitario copero, guerrero y ganador de los 60 y 70, esa “U” que venció a Racing y River en 48 horas en Buenos Aires a 4 grados de temperatura. Ese equipo de Ballesteros, Chumpitaz, Soria, Cuéllar, Carbonell, Luna; Castañeda, Uribe; Muñante, Rojas, Ramírez , Bailetti, Oblitas y Techera se acabó una noche de 1975 y aún lo seguimos esperando.